6/01/2006

Tren al sur (parte 2)


Al día siguiente era hora de partir. Una buena agarrá de mechas matinal con la Carola nos tuvo odiosos como desde las 9:00 hasta las 12:00 del día. Claro... nada es tan perfecto... nosotros también peleamos... pero que chucha... a las 12:30 ya estábamos reconciliados y listos para ir al súper a hacer las compras de campo.



Chun Li atacando al héroe de la historia, Ryu.


Mis cuñados hicieron gestiones y arrendaron nada menos que UNA MICRO!!!. Imagínense el hueveo máximo dentro de eso! éramos como 7 adultos y ocho cabros chicos. Como les decía, pasamos al super, donde además nos esperaba el Guatón Celeuro, que a esa hora estaba bajando del brownie de marihuana de la noche anterior (no es chiste... todavía andaba volao). Cuando uno va al campo, debe siempre considerar llevar cosas para la casa. Es una ley. No es una cosa como "jum... podría llevar algunas cositas para mi estadía..." No señor. Nosotros, los del sur debemos llevar todo lo que podamos (aprendan, malditos seres urbanos). La lista contemplaba:

- Saco de harina de 50 kilos.
- 7 kilos de pan.
- Una par de garrafas, cinco botellas de pisco, cinco de ron, y las bebidas para darles el bajo.
- Longanas y carnes varias (para un regimiento, la verdad).
- Miles de otras cosas, pero en cantidades industriales.



Cargamos todo y partimos. Yo que no tenía ninguna gana de comer a la hora que me desperté, comenzaba a sentir el llamado de la selva. La guata me exigía una satisfacción, como si me pegara con un guante en la cara. Sacó entonces la Carola desde una bolsa de papel un baggette entero con pastriami, solamente para mi. Un metro de sandwish que su servidor despachó al puro estilo traga sables. Es que no hay caso... la Carola nunca se equivoca. Sabía que me iba a pasar eso. En ámbito organizacional eso se llama "proactividad".



Todos en la carretera conversábamos y contábamos chistes. Joaquín (el hijo de una de mis cuñadas) fue bautizado como "El hombre que obedecía", ironizando sobre su nulo sentido congénito del hacer caso. Sebastián (el más grande de la pandilla de niños) cantaba en inglés de la "bricney spirs pop" unas canciones de los guns and roses (es increíble como nunca han dejado de prender en el sur los guns). El Guatón Celeuro dormía con una burbuja en la nariz, como mono animado japonés. Todo iba perfecto.

Para llegar al campo, hay que pasar por Osorno, la ciudad más fea de Chile. La ciudad de esos chuchasumadres que molestan como tábano porque a Valdivia le van a conceder ser capital de la futura región de los ríos. Así que mientras pasábamos por el centro, entonamos bellos cánticos de sexual democracia, a todo hocico:

"VALDIVIAAAA!!! QUE LINDO ES VALDIVIAAAA! VALDIVIAAAA.... VALDIVIA CAPITAAAAL...."

Fue la delicia de los niños gritar hasta el dolor de garganta. Se reía toda la micro como jauría de hienas. Estábamos en la misma casa de los osorninos, gritando por Valdivia. Francamente, un acto heroico.

Llegamos al campo cuando ya todo había oscurecido. Solo distinguimos la casa por mi suegro político, Omercito, que hacía señas con una linterna. Después de un show para entrar la micro al sitio de la casa y los saludos de rigor, Omercito me hizo los honores con una botella de chicha de manzana, para empezar a tomarla al tiro no más.



Tomamos chicha y cantamos hasta como las 12 de la noche. De ahí a acostarse, para empezar a darle desde tempranito al otro día.

En el campo los gallos cantan de verdad. Como a las 5 de la mañana ya nos tenían a todos despiertos. Nos levantamos y la Carola le prohibió a Omercito darme un vaso de chicha de manzana de desayuno (claro... eso lo supe después). En cambio, en la mesa de la cocina (y con la cocina a leña prendida) se apostaban sendas bandejas de huevos revueltos (de gallina de campo), mermeladas varias (de frutas de campo), queso (de campo) y pan amasado (ídem). Creo que con un desayuno de esos en Santiago puedes pasar de largo hasta la noche. Como éramos erramos tantos, pasábamos por turnos a la mesa. Claro... con mi amigo Guatón Celeuro estuvimos sentados comiendo como tres turnos. Es que ese tipo de pataches hay que aprovecharlos.



Cuando salimos al patio, vimos que Don Oscarín (el mozo de la casa del campo) ya había prendido el fuego para empezar a hacer el asado. Sobre una lata de 2 metros de zinc reposaban las brazas del infierno, capaces de derretir las piedras. Y más allá en una olla destapada, reposaba el inerte y descabezado cordero esperando ser el centro de la mesa... el puro pensarlo nos daba, al Guatón y a mí, hambre.



Me fui un rato a macabear a la Carola. Cuando salí otra vez al patio, el Guatón Celeuro había desaparecido. Hice mis averiguaciones y descubrí que había partido a la casa del tío Auvín (creo que se escribe así), junto con Omercito y un par de cabros chicos, a buscarlo a él y a su señora para que vinieran al asado. El tío Auvín vive a un par de cuadras (de campo) de la casa de la abuela. Así que la Carola sugirió ir en su búsqueda. Cuando llegamos después de 20 minutos de caminar y subir cerros encontramos a guatita como invitado espechal, comiéndose las empanadas fritas que estaba haciendo la señora del tío Auvín, y tomando chicha de una botella que tenía guardada Omercito. En resumidas cuentas, lo habían recibido como a él le gusta.

Resultó que además del viaje por la invitación, éramos los encargados de llevar el palo (fierro) para el asado. Como el cordero era tan grande, y además que el asado iba a ser doble (un palo para vacuno y el otro para el cordero), era del todo necesario. Una vez habiendo regresado, la hecatombe fue total.


(N.d.a: Este no es el asado original, y a este viejo no lo conozco)


El asado estaba a cargo de mi cuñado (El Ingeniero Ulises) y de Omercito (Mi aguatero personal). Yo estaba encargado de cantar unas canciones con el cuatro , servir chicha (en vasos que tenían que tomarse al seco) y cortar pedacitos de carne para ir probando. Por supuesto, era acompañado en todo momento del Guatón Celeuro que empezaba ya a sentir los estragos del jugo de manzana fermentado.

El asado comenzó a prepararse a las 2 de la tarde mas o menos y a eso de las 5:30 ya estaba listo. Por mientras las mujeres en la cocina, cocían papas, desgranaban choclos, pelaban tomates y ponían la mesa. A eso de las 6:15 (cuando ya estaba oscuro) entramos a la casa a comer. Claro... Omercito, Ulises, Celeuro y yo, estábamos completamente bajo los efectos del alcohol. Comimos un poco y seguimos tomando chicha y vino, que se había dispuesto estratégicamente en la mesa para acompañar el cordero. Después de tres o cuatro "salud" (al seco) ya estábamos hablando incoherencias. Trataba de mirar fijo a la carola, pero como que el resto no se quedaba quieto. Por supuesto, la Carola no me celebraba, y creo que lo mismo le pasó a Ulises con su señora y a Omercito con la suya. El único que seguía chupando y comiendo era el Guatón, que más encima había quedado al medio de la mesa y que tenía a todos cagados de la risa.


Jesús takilla en la última cena, igual que El Guatón Celeuro, engrupiendo a los comensales.


Para que se me pasara el efecto etílico, decidí acompañar a la Carola y a mi suegra a dejar a la señora del tío Auvín a su casa (si... esas dos cuadras de campo). El camino era una boca de lobo y no podías ver la punta de tu nariz. Anda a saber cómo fue que paso que en medio del camino apareció el Guatón Celeuro haciendo ruidos de animales, cual chupacabras.

Una vez cumplida la misión, habiendo despertado de ese letargo alcohólico, volvimos a la casa, a lo que quedaba de fuego. Y en realidad quedaba harto... el Ingeniero Ulises, había puesto mil quinientos troncos sobre las brazas y el fuego ya era una pira para quemar brujas. Salió a escena nuevamente el cuatro, pero esta vez, acompañado de las botellas de pisco y de ron que aún estaban invictas. En media hora la escena se había vuelto surreal, con unos cantando, otros conversando, otros chupando y el resto escuchando atentamente los chistes cochinos del Guatón Celeuro. Y claro... ése fue el panorama que más llamó la atención, pues a la media hora todos exigían más y más chistes, y de más y más grueso calibre.

Después de todo eso, solo recuerdo estarme riendo en la cama mientras la Carola me hacía callar por despertar a los cabros chicos. Lo que me daba más risa todavía.



El día siguiente estuvo muy bueno... después de una ducha fría, para despertar y pasar el dolor de cabeza, la tónica fue parecida a la del día anterior.... Un disco lleno de carne.... mucho alcohol.... en realidad eso de andar curao todo el rato hace que uno no recuerde detalles (efecto secundario?... o primario?).

Cuando al día siguiente tuvimos que partir (hacia Valdivia primero, luego hacia Santiasco), estábamos todos con el síndrome del fin de las vacaciones. Ya sin ganas de cantar arriba de la micro, pasamos sin pena ni gloria a dejar a todos. Luego el Guatón Celeuro y Ulises nos condujeron al bus que nos llevaría a la Carola y a mi de vuelta a la rutina de todos los días.



Cada vez que me voy de Valdivia pienso en cuándo será el día en que vuelva. El día en que pueda escuchar las "lluvias del sur" de Swenke y Nillo sin ponerme nostálgico... el día que pueda irme a la playa en 15 minutos de ganas de escapar... el día en que quiera estar toda la tarde sentado al lado de una estufa comiendo castañas cocidas, mientras afuera la lluvia es tan fuerte que no te deja escuchar a tu amigo ofreciéndote mate amargo.

No puedo pretender guardar para mí todo aquello. Cuando vuelva a Valdivia, los esperará para las vacaciones de invierno.

Nota final: La weá de fotos del blogger vale hongo, así que no pude subir fotos originales. Será pa la próxima, con otro hosting.