5/10/2006

Tren al sur (parte 1)

Ir a Valdivia es para mí volver a esos momentos de mi vida con olor a asomagado de ropa y neblinas ahumadas.




Amo esas tardes interminables de lluvia torrencial y esos 10 minutos semanales en que el cielo se abre y los rayos de sol te pegan como en verano, haciendo una foto perfecta para el póster evangélico de la paloma y los rayos de sol.

Cuando sé que tenemos que ir a valdivia, amo más a la Carola, prescindo más de Santiago, me acuerdo más del guatón celeuro y me pongo ansioso. Fué en ese marco en que decidimos partir en tren. Ida y vuelta.



Gracias a EFE, el tren está volviendo al sur, como si se hiciera realidad el sueño de los antiguos. Si vas a Valdivia, el tren te deja en Temuco y desde ahí partes en bus. Demoras aproximadamente dos horas más que viajando en bus directo desde Santiago, pero vale la pena. Indudablemente vale la pena. ¿por qué?... te lo explico:

1. Puntualidad. Si el tren dice que parte a las 12:07, la huevá es a las 12:07. mala cueva pal que se quedó abajo.
2. Cigarro. Si fumas, tienes un espacio destinado a tí en el tren. Tienes un cenicero entre los vagones, en donde nos juntamos todos los fumadores a conversar (gritar en realidad).
3. Comida. Generalmente hay sándwich y esas cosas ricas... pero para hacerla entera, gastas un poco más de plata y te comes un pedazo de lomo como en el mejor restaurante de carne inmóvil de la capital. Vale la pena por lo menos para decir que has comido en el coche comedor.
3. Piscolas. Y ron. Y si eres más rata, un wisky. Puedes quedarte chupando hasta las 3 de la mañana e ir a acostarte RAJA. ¿Has viajado curado?... realmente una experiencia notable.
4. Espacio. Lo reconozco. Soy un teletubi. Mido más que el promedio, por lo tanto si no tengo espacio para mi abultada humanidad, no duermo y ando idiota. El tren en cambio, tiene asientos de primera, como un bergere de casa, con reclinación de 160º. Los asientos tienen enchufe para celulares o notebooks, y hasta wi-fi. Si yo viajo bien en esos asientos, imagínate a la Carola que es el 60% de lo que yo soy. Va como queen.

Tiene muchas otras características que lo hacen mi medio de transporte favorito.

Bueno... pudimos experimentar todas estas cosas en nuestro viaje. Llegamos 40 segundos antes de que el tren se fuera (alcanzamos a subirnos y partió). Lo primero que hicimos fué partir al coche comedor, a sacarnos el hambre del "chavo del 8" que llevábamos a cuestas, y a llamar por teléfono para terminar de coordinar los detalles.



Después de unos buenos pedazos de carne y unas Kunstmann, cayeron unas roncolas a la mesa, y como por arte de magia nos habían dado las dos de la mañana, pololeando como liceanos.

Previa pasa al baño y cigarrito en el entre carro al lado de un viejecito taquillero, llegamos a dormir a nuestros asientos. Dormimos como tronco, y despertamos con los primeros bocinazos del tren llegando a Temuco.




Hicimos el trasbordo y partimos a Valdivia. Que quieren que les diga... Nos tocó el mejor de los mejores soles. Si bien echaba de menos la lluvia por esos lares, la gente estaba más feliz que perro con pulgas. Es típico que sale un poco de sol y todos sacan las sabanas por la ventana.

Cuando llegamos a Valdivia, mi cuñada nos esperaba con desayuno sureño. Pan amasado, mermeladas, paté, mortadelas artesanales y el típico té con agua Valdiviana... demonios... debe ser el té más rico de la galaxia!. El agua en Valdivia es tan especial, que se demora como dos minutos en sacarte el jabón de las manos cuando te las lavas.

Ya cumplido con el ritual mañanero, fué la hora de partir a buscar al guatón celeuro. Esa tarde debíamos ir a la casa de la Melodía (mi hermana), que vive en Niebla (la playa), con el Bicho (mi cuñado) y el Alén (mi sobrino de dos años que se cree Bob Marley) y el cabezón (mi viejo).

Cuando llegué a la casa de mi amigo, solo estaba su madre esperándome con el almuerzo: un plato de carbonada de collofe (cochayuyo) ES-PEC-TA-CU-LAR. La tía Ana María (alias tía celeuro) es un amor.



Después llegó el Guatón Celeuro y al ratito, su hermano Pablito Celeuro. Después de los abrazos, cantos de rigor (con el cuatro, que fué mi compañero musical en esa oportunidad) y hueveos varios, partimos al terminal de colectivos que van a la playa, a juntarnos con la Carola y partir al primer carrete del güikén.



Pasamos al supermercado a aperarnos de alcohol y carne. Llegamos cuando la melodía justo se estaba yendo a hacer un trámite a Valdivia con el pequeño Alén. Entonces, solo debíamos encontrarnos con el cabezón y el bicho en la casa. Llegamos golpeando la puerta con las patas y de inmediato hicimos unas piscolas cargaditas.
Bichito le ofreció a guatita unos brownies mariguanos experimentales que tenía en el horno y guatita no lo pensó dos veces. Se comió de entradita y con cara de felicidad la delicatessen.

Por mientras con el Cabezón y la Carola cantábamos abrazados canciones de Quilapayun y el poco carbón que llevábamos hacía transpirar unos pollos a la rana sobre la parrilla.

Como a las tres horas de eso, (y después de haber degustado el frogger chicken), el guatón Celeuro empezó a despegar como si la casa de mi hermana fuera Cabo Cañaveral. Repetía a cada rato que nunca había estado tan volado en su vida, y se reía de la ampolleta. A esa hora ya había llegado la Melodía, y comía pollo en la mesa, mientras el Alén cerraba los ojos y bailaba con "guitarra de aire" un video de Bob Marley que sonaba en la tele.


Fué mucho. El guatón se tuvo que dormir un rato. Cuando ya estaba bajando, decidimos irnos... debiamos llegar a la casa de mi cuñado en Valdivia, para dormir y partir al día siguiente al campo.

Continuará...